La maternidad es un tema actual de discusión, que ha generado grandes discrepancias en diversos países latinoamericanos. El sí debe ser deseada o una obligación se convierte en el epicentro de los debates. Sin embargo, en Colombia actualmente hay 73.417 niños, niñas y adolescentes que hacen parte de los Procesos Administrativos de Restablecimiento de Derechos, en el Instituto Colombiano de Bienestar Familiar.
Por: Camila Martínez y Camila Gutiérrez
Estos infantes, a los cuales por lo general se les han vulnerado sus derechos, quedan fuera de los términos de disputa, y suelen ser vistos como cifras que fortalecen argumentos. Pero, la realidad es que la lucha llega hasta donde la apatía y el desinterés de la sociedad lo permite. Pues el 14% de estos menores se encuentran bajo protección de la modalidad de hogares sustitutos a la espera de ser reubicados.
La cifra de adopciones en el territorio se ha mantenido estática desde hace 11 años. Según Rubiela Cruz, coordinadora de la fundación ‘Bambi’, el ICBF ha buscado diversas estrategias para el proceso de restablecimiento de derechos, que se han visto afectadas por el retraso de distintos factores, entre ellos la pandemia, que impiden un avance óptimo en los trámites pertinentes.
Para el 26 de agosto del 2021, había 5.423 hogares sustitutos. Hogares del común que abren sus puertas a niños, niñas y adolescentes provenientes de contextos diversos, bajo la premisa del trabajo social. Familias enteras se inmiscuyen en la labor de brindar el calor de un espacio seguro, luego de que los menores atraviesen por un proceso, que mayoritariamente radica en la vulneración de sus derechos.
El ser madre sustituta, es un proceso que no solo implica hacerse cargo de una vida, sino también estar dispuesta a realizar cambios que van desde la transformación estructural de la casa, hasta dejar atrás el tiempo de calidad con la familia. Ruth Herrera es una mujer que ejerce este rol desde hace 9 años y conoce perfectamente el oficio, para ella lo más difícil de formar parte del programa es: “que la familia se deja de lado y con el tiempo pasa uno a segundo plano”.
El cuidado de los niños, a nivel psicológico, físico, nutricional y psicosocial, resulta fundamental para que su proceso continúe y su bienestar sea velado. Esto se traduce a seguimientos semanales llevados a cabo por las fundaciones asociadas, de forma mensual y anual, por los directivos de la institución; sumado a los imprevistos como hospitalizaciones, citas médicas y capacitaciones obligatorias. La labor de estas madres es ardua y requiere de la completa disposición de su tiempo.
Sin embargo, con una sonrisa que solo puede denotar entrega y compromiso, Ruth explica que se siente plena, además de satisfecha al poder: “brindar esa semillita de amor que les ha faltado”. A su vez, ella señala el impacto de las repercusiones que el ambiente, la carencia de afecto y atención, pueden generar en los menores; desencadenando actitudes negativas y un rechazo inherente al cambio.
El primer niño con el que la familia hizo contacto al iniciar en el programa, tenía 4 años, siempre estaba a la defensiva y se comportaba de una manera violenta. Aunque en un inicio significó un reto, todos aprendieron dentro del vínculo, acerca del manejo de este tipo de situaciones, no todos los niños son iguales, así que no todos pueden ser tratados bajo las mismas estrategias, la base constante deriva del respeto mutuo, los valores y el afecto.
En el caso de Gabriel, su progreso se dio gracias a una educación estricta que le brindó pautas claras las cuales seguir, sumado al amor propio y el valor que tiene el prójimo. En tan solo dos meses el cambio que se evidenció en él fue inmenso, hasta el punto de expresar su temor de volver a su hogar biológico y ser el mismo de antes. Las palabras tan llenas de dolor y sensatez, provenientes de un ser de tan solo 4 años de edad: “Tía, no quiero ir con mi mamá, porque ella me va a volver a dañar”, son el reflejo de las adversidades que las luchas y movimientos pregonan, pero que ignoran al finalizar sus discursos.
Aunque, no se supo nada más de Gabriel una vez fue reintegrado, su frase hace hincapié en la realidad de muchos niños que son devueltos a sus familias. El ICBF no cuenta con el tiempo y los recursos suficientes para realizar un seguimiento adecuado, donde se garantice que los derechos de estos niños sean respetados.
Marlene, una mujer de 52 años, enfermera de profesión, quien hizo parte del programa desde el 2013 hasta el 2018, año en el que se retiró, opina que los niños que son adoptados o reintegrados sufren abandono por parte del Estado.
Su caso es especial, dado que ella y su familia crearon un fuerte vínculo con una de las bebés prematuras que llegó a su hogar. Juanita, que llevaba en este mundo solo 21 días, presentaba graves problemas de salud, requiriendo de tratamientos médicos especiales que la familia se encargó de costear por cuenta propia y que ayudaron a la menor a recuperarse.
La entrega a su labor y a la pequeña, la impulso a ir más allá de lo que se le esperaba de ella como madre sustituta, acción que dio frutos, dando cabida a que ese amor y cuidado crecieran poco a poco en Marlene. Tres años después de la inmersión de Juana, su proceso se encontraba estancado a raíz de sus problemas respiratorios, habiendo sufrido, hasta ese punto, de un total de 9 hospitalizaciones.
Esos días eran los más duros, porque la hospitalización de un niño significaba que la madre también se tenía que internar. La red de apoyo, no siempre era suficiente, haciendo inevitable el estrés de los otros deberes desatendidos.
“Al ser madre sustituta, uno se anula a sí mismo 24/7. Se pasa a un tercer plano como mamá, esposa e hija, pero uno lo ve compensado”, asegura Marlene rememorando los sentimientos que evocaba en ella el ayudar.
Según las especificaciones dadas por el ICBF, cuando se inicia el proceso de apertura del hogar, un menor no puede durar más de seis meses al cuidado de una sola madre, para evitar que se forjen vínculos muy profundos. Las frías palabras de advertencia del operario a cargo, casi siempre son las mismas: “Deben aprender a manejar y no crear vínculos afectivos, ya que los niños no son suyos. Ustedes y los niños sufren por eso”. No es solo en el caso de Marlene, sino de la mayoría de familias donde es imposible separar el corazón de la labor que se realiza, aún más cuando los infantes duran meses e incluso años en el mismo hogar.
Cuando la salud de Juana mejoró notablemente, el ICBF decidió ponerla en adoptabilidad. Al ver la oportunidad, Marlene y su familia decidieron dejarse guiar por el corazón y llegaron a la conclusión de que lo mejor era adoptar a la niña; no obstante, nunca pensaron en los miles de obstáculos que les pondría la organización más adelante.
Ahora bien, una de las normas internas que se debe cumplir para que una madre sustituta pueda adoptar, es que el niño tenga alguna afección física, psicológica, neurológica o patologías notables que los encasille en población de difícil adoptabilidad. Esto indignó profundamente a Marlene, que frunce el ceño como si estuviera reviviendo las palabras de rechazo de los directivos.
No tenían mucha esperanza de quedarse con Juanita, aun cuando ellos cumplían con todos los requisitos —incluso los más absurdos—. Pero, recibió una llamada telefónica, ella la tomó respondiendo varias preguntas, creyendo que le estaban efectuando uno de los tantos seguimientos rutinarios del ICBF. Al finalizar la llamada se enteró de que era un medio de comunicación, en busca de su versión, con el fin de completar una noticia en desarrollo sobre los hogares sustitutos.
Algo alarmada por haber roto con el contrato de confidencialidad, para con la organización, avisó inmediatamente lo que estaba sucediendo y para sorpresa de todos, días después, le aceptaron la solicitud de adopción. “Me callaron la boca dándome a la niña”, comenta Marlene.
A pesar de los lineamientos “estrictos” respecto el tiempo límite de estadía de los niños en los hogares, es posible evidenciar casos como el de Edison Arley Zuarique, que desde los 2 años está en el programa de hogares sustitutos, a los 8 años llegó al hogar de la señora Lucrecia, Álvaro y su hijo Andrés.
Edison relata que su experiencia nunca fue traumática, que llegar a un hogar como el de Lucrecia fue: “lo mejor que me ha podido pasar, la vida me regaló una familia maravillosa” Por razones desconocidas, los registros de Edison se perdieron entre el interminable papeleo y su caso fue dejado atrás. Años más tarde se retomó el proceso, pero el niño de 8 años había crecido y adaptado, de una forma tan natural, a la vida de esta familia. El ICBF decidió que aunque él permanecería bajo la jurisdicción del Bienestar Familiar, podría establecerse en ese hogar; acompañado de las personas que considera su núcleo, aquellos que lo criaron con principios y valores claros que lo convirtieron en el joven de 25 años que es hoy en día.
El programa de familias sustitutas, no es el mero préstamo de un ambiente como se esfuerzan tanto la organización y los medios por difundir. Para los involucrados, representa la apertura de no solo de sus viviendas y sus espacios vitales, sino de un lugar a la esperanza de que los más vulnerables puedan tener un acercamiento digno a uno de los pilares fundamentales de una sociedad funcional, una familia.