Por: Johana Viveros Velásquez, Anderson Velásquez Torres y David Orbes
Este cauce fluvial es de gran importancia para Colombia, nace en el altiplano cundiboyacense en el municipio de Villapinzón, a las alturas del Páramo de Guacheneque y desemboca en el río Magdalena, cerca del municipio de Girardot; abarca una impresionante área de aproximadamente 589,143 hectáreas y a lo largo de sus riberas y áreas adyacentes emergen una variedad de actividades económicas vitales como la producción agrícola, pecuaria e industrial.

Este río se caracteriza por sus tres cuencas distintivas: alta, media y baja, atravesando 47 municipios del departamento de Cundinamarca, entre ellos Bogotá; su cauce se extiende sobre más de 10 millones de personas, quienes la usan como el recurso hídrico principal de sus hogares y actividades económicas.
Históricamente, el río Bogotá ha sido considerado un símbolo de la capital del país. Durante la época precolombina, los Muiscas, una de las civilizaciones indígenas más importantes de la región, utilizaron estas aguas para el riego de cultivos y como fuente de alimento, además, el río era considerado sagrado y se le atribuían poderes espirituales y curativos.
Sin embargo, a medida que la ciudad de Bogotá fue creciendo, este río comenzó a enfrentar diversos problemas ambientales, como la contaminación industrial y doméstica y la falta de un adecuado sistema de tratamiento de aguas residuales afectando gravemente la calidad de este recurso.
Las actividades humanas irresponsables han impactado negativamente en su biodiversidad y la calidad de sus aguas, a lo largo de los años, el río se ha convertido en una de las fuentes de contaminación más importantes, atravesando varias regiones y afectando directa e indirectamente el ecosistema y la salud de las personas.

En respuesta a esta situación, desde el 2001 se han implementado diversos proyectos para la recuperación del río Bogotá; gran parte de estas acciones surgen como iniciativas ciudadanas que por la contaminación, el mal olor y el desplazamiento de los animales de su hábitat a los lugares poblados, proponen proyectos de mejoramiento de esta fuente hídrica.
La adecuada gestión para una descontaminación de este recurso no solo hace parte de la alcaldesa o entidades gubernamentales, sino también de los ciudadanos desde casa, con la selección y clasificación de las basuras, evitando los vertimientos de grasas, aceites, químicos, residuos orgánicos no propios del río y detergentes.

En resumen, el río Bogotá, con su trayectoria imponente y relevancia económica, representa tanto un desafío como una oportunidad. La magnitud de la contaminación acumulada a lo largo de décadas no puede ser revertida de la noche a la mañana, y se requiere un compromiso continuo por parte de las autoridades y la sociedad en general, mediante la concientización se lograrán cambios positivos.
Además, la colaboración y la implementación de medidas adecuadas son parte fundamental para llevar a cabo esto y se espera que este río emblemático pueda recuperar su esplendor y se convierta en un legado para las generaciones futuras.