Llegó el café…

Barquisimeto es la cuarta ciudad más grande de Venezuela, con cerca de dos millones de personas en su área metropolitana, es llamada la capital musical del país. Bulliciosa y vibrante, tiene fama de ser una de las mejor planeadas urbanísticamente, con amplios espacios y avenidas; es, además, un cruce de caminos que comunica el centro del país prácticamente con todas las regiones.

Barquisimeto es la cuarta ciudad más grande de Venezuela, con cerca de dos millones de personas en su área metropolitana, es llamada la capital musical del país. Bulliciosa y vibrante, tiene fama de ser una de las mejor planeadas urbanísticamente, con amplios espacios y avenidas; es, además, un cruce de caminos que comunica el centro del país prácticamente con todas las regiones.

Yo vine a saber lo que era trabajar cuando salí de Venezuela. Durante mi época de universitario, además de estudiar, me dedicaba al skate, llegué a ser una figura reconocida en mi país, tenía patrocinios de empresas y una beca de estudios. Me dedicaba a hacer exhibiciones, promover el deporte y por eso me pagaban, me pagaban muy bien. Era la época de la Venezuela boyante, comenta Eduardo, mientras su mirada se pierde como quien evoca con nostalgia un buen recuerdo.

Cuando regresemos al país, llegaremos con otra mentalidad. Yo he aprendido eso del colombiano, lo que es levantarse todo los días a camellar como dicen ustedes, a conseguir lo del diario, a guerrearla. Si todos volvemos con esa actitud, Venezuela cambia. Allá estábamos acostumbrados a vivir bien, no faltaba nada, pero nadie preguntaba de dónde llegaban las cosas, mi casa era más grande que cualquiera de las que hay aquí: vivíamos mi mamá, mi hermano, mis padrinos y yo.

Conocí a Eduardo Oviedo hace poco,  es un muchacho moreno, no negro. Tiene ese sello de identidad del venezolano real, que muchos desconocían, lejano de las mises y los galanes de los noventa. Es de sonrisa amplia, franca, de buenas maneras en el hablar y en el actuar, cálido, ameno, fácil de entablar. La gente acá me dice que no parezco venezolano, porque soy bien hablado, comenta Oviedo.

Barquisimeto es muy lindo, es de las ciudades más bonitas allá. Las casas son amplias, solariegas. Estudié Administración de Empresas en la Universidad Politécnica Experimental de Yaracuy, también tengo conocimientos de edición de video y audio, me muevo en el mundo de lo digital. Tenía muchos amigos, era un chico popular por el skate, dice con orgullo, pero sin presumir. En esos días nadie vislumbraba lo que vendría después.

En 2014, empezaron a cambiar las cosas. Una combinación entre devaluación del bolívar y una alta inflación empezaron a presionar la economía. Muchos productos empezaron a escasear y de la nada surgieron largas colas de personas tratando de conseguir las cosas básicas. Era como si todo se hubiera desaparecido por arte de magia, el papel higiénico, el pan, la leche…

La Venezuela próspera y abundante, se fue como secando. Las expropiaciones, los altos impuestos, la incertidumbre y la pérdida del poder adquisitivo fueron creciendo como bola de nieve, mientras seguíamos sin entender qué pasaba. Fue en ese momento que comprendí que tenía que emigrar.

Las charlas con los amigos empezaron a girar en torno a la idea de irse. El primero que emigró fue Anthony Russo, él tiene ascendencia italiana y logró irse a Europa, luego los otros marcharon a Estados Unidos, mi hermano viajó a la Argentina. Oswaldito y Hegger viajaron a Colombia. Empezamos a mirar los indicadores económicos de los países de Suramérica buscando cuales tenían condiciones similares a los de Venezuela: Colombia, sin embargo, no estaba en nuestra lista.

Las imágenes de gente desprendiéndose de sus allegados empezaron a ser recurrentes, todos los días era una despedida, un abandono a la tierra, a la familia. En ese momento trabajaba para PepsiCo, pero los salarios empezaron a caer y ya uno no llegaba a fin de mes. Una mezcla de desempleo, escasez, dinero sin valor y angustia recorría Venezuela y los primeros que se frustran somos los jóvenes. 

Cuando a uno le cortan el futuro, lo dejan como suspendido y usted sabe, uno tiene metas, ganas de comerse el mundo, allá se fue todo al carajo. Me despedí de mis abuelos, mi madre y los amigos que quedaban. Con mi liquidación, compré un tiquete de autobús hasta Maracaibo. En ese momento no se veía tanta romería en los terminales, entré a Colombia por la Guajira, caminando por las trochas hasta Maicao y me dirigí a Barranquilla.

En esta primera experiencia por Colombia me fue bien. Barranquilla me pareció una ciudad con posibilidades. Gracias a unos conocidos, conseguí trabajo como dependiente en una tienda. Allí trabajé unos meses, ahorraba y la nostalgia me hacía regresar a Venezuela, esos dos años me los pasé yendo y viniendo, enviaba dinero a mi mamá, cien mil pesos acá son poco, pero allá era mucho.

En esos ires y venires, cambié de empleo. Unos familiares lejanos me llevaron a trabajar en una construcción, allí estuve un año. La presencia de venezolanos había aumentado enormemente, uno los veía en las calles buscando empleo, en lo que fuera, cobrando muy poco, algunos se aprovechaban de eso. Mi compañera había venido conmigo, pero ella no soportó la melancolía. Con el poco dinero que tenía la llevé hasta Cúcuta y la despaché. Me quedé con sus maletas, las mías y diez mil pesos.

En el refugio para inmigrantes nos daban comida, frijoles y arroz en una bolsa, estuve dos días comiendo eso, en otra bolsa nos daban fresco, pagué la pieza y me quedaron quinientos pesos. Allí conocí a otro paisano, vayamos a Bucaramanga me comentó, allá me han dicho que es bueno, y ¿cómo, le pregunté?, pues caminando, como todos.

A comienzos de octubre de 2019, con tres maletas, una de rueditas, mi mochila, una bolsa con arroz y mi moneda de quinientos iniciamos camino. Nos dirigimos a Pamplona, son 75 kilómetros, cuando llegamos, las ruedas de la maleta se habían carcomido. De allí seguimos a Bucaramanga, 125 kilómetros. Por el camino me encontré muchas caravanas de venezolanos, hombres, mujeres, niños, era como una peregrinación, un éxodo, pero no por el desierto, sino por el páramo de Berlín.

El frío es tanto que uno ya no se siente, tuve la suerte que un furgón nos dio el aventón. Uno ni habla, cuando uno no tiene donde regresar, está obligado a seguir. Llegamos a un refugio en la carretera, allí nos pudimos bañar, cambiar, nos dieron comida. Nos dijeron que estaban contratando gente en las fincas de cafeteras en San Vicente de Chucurí y hacia allá nos dirigimos.

En el camino nos encontrábamos muchos, contábamos de donde éramos, para dónde pensaban ir. Unos para Perú, otros para Chile, muchos para Bogotá. Las historias eran las mismas, todo lo que se dejó atrás, las abuelas cuidando los nietos, las casas, los recuerdos. Éramos los más jóvenes los que estábamos en la carretera, algunos con sus mujeres e hijos pequeños, sudorosos, hambrientos, cansados, parias expulsados de nuestro propio país. Hay que seguir chamo, hay que seguir…

Uno a veces piensa que tiene muchas cosas, hasta que todas sus cosas están en una maleta vieja. En San Vicente nos dijeron que había trabajo en los cultivos, pero hasta dentro de quince días, no había forma de esperar, sin refugio, uno al estómago no le puede dar órdenes. Todos los días pensaba ¿cómo estará mi mamá? Llevaba días sin poderle enviar algo. 

En Santander, caminando por una trocha, encontramos unos hombres armados, ¡lo que faltaba, que la guerrilla nos lleve! dijo alguno. Esa gente que se va a encartar con nosotros, dijo otro. Nos preguntaron ¿para dónde van?, a Perú. Sigan…

La gente nos ayudaba mucho, nos miraban como si viniéramos de un país en guerra, como desplazados. Podíamos comer, descansar, darnos una ducha, esas cosas tan cotidianas que cuando uno no las tiene las valora más. A esa altura ya había recorrido más de cuatrocientos kilómetros, diez maratones completas, Bogotá era el destino.

Con un grupo de paisanos tomamos la llamada autopista del sol, desde Barrancabermeja hasta Honda. Yo no sé cuántos kilómetros son esos, es una recta interminable. El calor es insoportable, los rayos del sol se reflejan sobre la carretera como un espejismo, vi a muchos llorar, desesperarse. Me mantuve sereno, pensando que todo era una experiencia más, una especie de excursión, no había nada que perder.

Durante diez días no pude comunicarme con mi madre, no quise decirle que estaba caminando ¿para qué angustiarla? En Honda nos dijeron que en Armenia contrataban gente para la cosecha de café, éramos como gallinas buscando maíz, donde nos tiraban granos, para allá íbamos. Decidimos entonces marchar, un grupo de más o menos doce, los otros echaron para Bogotá.

Un señor muy amable nos tiró el aventón hasta Palenque, nos dio cincuenta mil pesos a cada uno para que siguiéramos, yo llegué a Fresno en noviembre de 2019. Crucé el pueblo, la intención era atravesar el Alto de Letras y llegar a Manizales. Pasé la noche en el restaurante El Mirador, una señora me dijo que me quedara acá, que había trabajo y la gente era amable. La noche siguiente dormí en la gasolinera. Conseguí trabajo en una finca de aguacates.

Durante dos meses estuve trabajando en el campo, ahorraba todo. Los fines de semana venía al pueblo, fue allí donde conocí a un señor que vendía tintos en la calle, me ofreció trabajar para él, a comisión. A pesar de ser Fresno un pueblo pequeño, vi a muchos venezolanos vendiendo café. El primer día que salí, vendí medio termo en todo el día. Después llegó la pandemia…

La soledad me agarró con Lahika, mi perrita. A ella la adopté pequeñita, se volvió mi compañía. Gracias a las redes sociales pude seguir vendiendo el tintico a los clientes, ellos mismos me daban comida, ropa, pude sobrellevar el encierro. Cuando empezaron a dejar trabajar, me dieron mi carné y empecé a salir de nuevo, ya con mis propios termos, mi propio negocio. Empecé a pensar en algo que me hiciera distinto, mientras los demás decían tinto, tinto, a la orden tinto, cierto día me salió el “llegó el café”. Con entonación, mi voz áspera y estruendosa, se volvió mi marca.

Los clientes fueron aumentando, diseñé el logotipo. Cada vez que iba por las calles y decía: “llegó el café” la gente de los negocios, los locales me salían al paso. Los niños me empezaron a reconocer, cuando paso por las escuelas o colegios, me gritan “llegó el café”. La gente ya me ubica por eso. 

Hace poco traje a mi mamá, llevaba cinco años sin verla, ella está acá conmigo y empezamos un negocio de comidas rápidas, nos ha ido bien, a ella le gusta el pueblo, dice que la gente es muy querida con ella. Por lo pronto no pensamos volver a Venezuela, la lógica dice que uno sale del pueblo a la ciudad a buscar oportunidades, yo hice lo contrario, abandoné Barquisimeto y llegué a Fresno, un pueblo de cuarenta mil habitantes y encontré las oportunidades aquí. Siento mucha gratitud, soy feliz, quiero hacer de mi negocio algo grande…


Esta mañana mientras escribía esto, mi sobrinita de casi tres años entró a mi habitación. Ayudada por mi hermana, llevaba un pocillo en la mano, tío, llegó el café, me dijo.

Por: John César Morales

Compartir:

Facebook
WhatsApp
LinkedIn
X

15 comentarios

  1. Excelente narrativa, una historia real. Eduardo es mi sobrino. Al igual que él, también me tocó migrar a otro país con mi familia en el 2019. Perú, ciudad Trujillo, es nuestra casa por ahora.
    Valoro a todas las personas que toman esa gran decisión de sus vidas, en pro de mejorar y realizar sus sueños en grande, por sus padres, por sus hijos, por vivir la vida misma.
    Saludos

  2. Eduardo Dios te bendiga, siempre te recuerdo con mucho cariño, con un cariño de pariente cercano, Dios te bendiga y sigue adelante aferrado de la mano de Dios y la Santísima Virgen, por supuesto nuestra Divina Pastora

  3. Increíble historia, el tiempo de Dios es perfecto y en ningún momento él te dejo sólo.
    Sigue así Eduardo, vas por muy bien camino, éxitos siempre para ti y tu familia!!!

  4. Excelente historia Eduardo te conocí cuando eras tan solo un niño, te graduaste y pues nada, nuestra Venezuela empezó a cambiar tan rápido que tu tuviste que migrar y salir adelante y lo que haces, lo haces de corazón. Te felicito por tu emprendimiento y se que lograras grandes cosas en tu vida. Espero pronto que tenga no una sino varias cafeterías, ejemplo a seguir trabajando para tu mejor futuro, abrazos se te quiere.

  5. Que historia tan bonita. Y aún mejor saber que nuestro pueblo y amabilidad le ha dado la oportunidad a personas que aprenden de nosotros y también nos enseñan mucho. Gracias por siempre aparecer con el cafecito en el momento presiso. Dios s bueno y el les ayudará a seguir creciendo.

  6. Gran ser humano nos encanta verlo y saber q llego el café Dios lo guarde a él y a todos los venezolanos de bien q llegaron a nuestro pueblo y a nuestras vidas q nos enseñan a saber q nuestra tierra es el mejor regalo q Dios nos brinda

  7. Admiro tu resilencia
    Llore leyendo esto, no sabemos el sufrimiento de nadie!
    Espero que tus sueños se cumplan sigue adelante!

  8. Genial, simplemente genial. Historias cómo estás sin las que vale la pena leer, donde la verdad, las ganas y el querer ser son sinceros. Mis respetos para todos aquellos que deciden seguir adelante, y logran lo que quieren sin pensar que tanto pueden pasar para lograrlo. Dios los bendiga ✨
    Mis saludos, para Eduardo y su madre Ana.

  9. Felicitaciones Eduardo!!. Gracias por compartirnos esta historia que deja un mensaje de optimismo y de ganas de seguir adelante.

  10. Que bonita reseña. Gracias por permitinos conocer mejor, al personaje que admiro y respeto. S un tremendo señor.

  11. Es una historia maravillosa sobre todo por qué eres una persona que nunca se rindió y para adelante, Dios y la vida te tienen las mejores cosas….

  12. Hermosa historia Eduardo la realidad de muchos venezolanos pero trabajando honradamente y con ganas sé sale adelante Dios te bendiga y guarde y abrazos ahijado y un abrazo fuerte para ana.las puertas de Venezuela abiertas igualmente nuestra casa 🏠 bendiciones 🙌🙌🙌

Deja una respuesta

Otros Artículos

Premios El Boom 2024
Redacción El Boom

La voz de hoy

Noticiero con información tanto regional como política, cultural y deportiva. La información lo más importante. Presentado por: Alejandra España, Melany Grey Jiménez Paez, Yury Alexandra

Leer Más »