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Carrera Séptima: el epicentrode la cultura en Bogotá

Por; Nubia Arbelaez

En Bogotá, no todo es lo que parece. La carrera 68 se convierte en la calle 100 luego de una leve curva; el barrio La Colina tiene calles planas; y el centro de Bogotá no queda en el centro, queda en el oriente. Santa Fe de Bacatá se estableció en la actual Plaza de Bolívar y la ciudad empezó a expandirse alrededor de ella, pero la cordillera ocasionó que el crecimiento fuera hacia todos los lados, menos hacia la derecha: así, el barrio conocido por ser el origen de la ciudad, quedó finalmente ubicado en el costado oriental. A pesar de esta particularidad, el centro sigue siendo el punto de encuentro de la gente, de la cultura y del comercio, con su arquitectura antigua y su tan característica carrera séptima.

La avenida, que inicialmente se llamó Calle Real, se extiende desde el barrio 20 de Julio hasta La Caro, en el municipio de Chía, pero es el tramo entre la Plaza de Bolívar y la calle 26 el que se ha consolidado como eje del turismo local y gran atractivo turístico de la ciudad. Se ha popularizado el término “Septimazo” para referirse al recorrido en esta zona y a las múltiples historias que nacen en estas cuadras llenas de vida y variedad. Al recorrer esta vía, es posible encontrar turistas y curiosos que observan y toman fotografías, familias dando un paseo, universitarios que se carcajean, oficinistas que salen en sus tiempos libres a distraerse, trabajadores acelerados buscando un banco o algún producto para un cliente, y hasta personas que caminan lento porque simplemente buscan algo que los saque de sus rutinas.

Uno de los elementos más relevantes de este corredor peatonal es el comercio ambulante, que tanto se ha tomado las grandes ciudades. A pesar de los inconvenientes y las inconformidades, no se puede negar que los puestos informales ubicados en las calles del centro ya hacen parte -y, por cierto, fundamental -de lo que es este sector, porque ya sentaron un precedente y se quedaron en la memoria de las personas: si quiero una artesanía, algo curioso, diferente o barato, algo que no he conseguido en ningún lugar, en la Séptima lo voy a encontrar.

Las ventas informales han sido un asunto polémico que ha generado problemáticas en el sector. La Alcaldía Mayor de Bogotá ha trabajado durante años para organizar el comercio de esta zona tan ocupada por los negocios en la calle, buscando que todos puedan ejercer y que esté normalizado, aunque no siempre se ha logrado este objetivo. Actualmente, los representantes de la Secretaría de Bogotá y de la Defensoría del Espacio Público hacen presencia permanentemente a lo largo de este tramo vial para acompañar a los comerciantes y garantizar que las leyes ya impuestas se cumplan. Sin embargo, la eliminación de las ventas ambulantes es un asunto complicado, y en sí mismo improbable. El propósito de las entidades gubernamentales en la actualidad es generar mayor formalización y regulación, para mantener los empleos, fomentar el comercio y mejorar la economía. 

Simón Estrella, formulador de planeación de la Alcaldía de La Candelaria, menciona que actualmente no hay ningún proyecto de reactivación económica enfocado en la Carrera Séptima, sino que la entidad ha venido trabajando en proyectos que buscan fortalecer los emprendimientos locales. Algunas de estas iniciativas buscan capacitar al vendedor, o darle apoyo económico si cumple con requisitos como ser cabeza de hogar o llevar cierto tiempo ejerciendo en el sector. Comenta también que el área de Espacio Público es el único que puede intervenir directamente en la ubicación de los vendedores ambulantes, pero todo regido por la Corte Constitucional y la regulación de las leyes. 

A pesar de esto, el área de planeación tiene incluido en su plan anual un componente que tiene como objetivo ayudar a los vendedores ambulantes: “[La Carrera Séptima] es un espacio abierto para diferentes sectores. Se incluyen, por ejemplo, comunidades afro, comunidades indígenas, jóvenes, adultos mayores, vendedores, unidades productivas que son de madres, cabezas de familia, o sea diferentes beneficiarios que son prioridad”, comenta Simón. El Observatorio del Espacio Público de Bogotá es una de esas entidades gubernamentales que intervienen en lugares como el Centro Histórico para estudiar el estado del sitio, analizar estadísticas y proponer estatutos que velen por el mejoramiento de sus condiciones. En un boletín reciente, expresan su interés por recuperar el espacio público y buscar la sostenibilidad económica, mientras se vela por la conservación de la memoria histórica de la localidad. 

El IPES (Instituto para la Economía Social) empezó a realizar en tiempos de pandemia la estrategia conocida como “Organización y relocalización en espacios planificados”: en términos coloquiales, quería ubicar al vendedor de la calle en un sitio formal donde pudiera seguir con su negocio. Hay quien estuvo de acuerdo, hay quien no. Hubo quien se benefició, y hubo quien no. Leidy, que vende dulces y cigarrillos con su cajita de madera cerca de la calle 19, dice que los policías nunca son buenos con los vendedores ambulantes, y que los echan sin misericordia alguna. No confía en la supuesta legalización, habla de rumores sobre sobornos. Cada quien tiene su historia, cuenta su experiencia y ve el panorama desde su perspectiva: puede ser un problema o una solución. Cada punto de vista varía.

Curiosamente, el camino desde la Plaza de Bolívar hasta la zona del Museo Nacional muestra un cambio, no necesariamente lineal sino más bien intermitente, desde lo colonial y antiguo hasta lo más reciente y tecnológico. La Plaza se rodea de edificios antiguos, o de estilos de antaño, y en las calles más cercanas se mantiene esta arquitectura; y ya llegando a la 26 se elevan altos edificios, modernas tiendas y  pomposos locales que le abren el paso a la Carrera Séptima que ya no es tan turística, pero que se extiende con la misma versatilidad hasta el extremo nororiental de la capital, siendo esta también una vía principal y un escenario de hechos que, año tras año, van aportando a la historia local.

Entre la multitud que recorre diariamente esta importante avenida, se encuentran pequeños grupos de curiosos observadores rodeando a una persona que habla en un tono de voz alto, fuerte y seguro. La economía del sector incluye a los guías turísticos, que le van enseñando a los visitantes la historia y la tradición de los lugares que recorren. Uno de estos guías es Darío, un hombre conversador con excelente memoria. Lo acompañan tres jóvenes italianos que se asoman a descubrir el contenido de cada puesto ambulante con el que se cruzan. 

Él cuenta que no es un guía profesional pero que sabe de historia y le gusta contarle a los extranjeros los relatos que conoce del centro de la ciudad. Trabaja de manera independiente, y llama la atención cómo le contesta las preguntas a sus clientes en su inglés atravesado e impreciso. “Los turistas quieren comprar todo lo que ven. Eso les da trabajo a ellos [los vendedores ambulantes] y a nosotros. Al final, todos ganamos”, comenta Darío. Los italianos, que tampoco dominan completamente el inglés, dicen alegremente “We like the drinks”, mientras señalan un carrito que vende canelazo. La pluralidad de la cultura de la ciudad se manifiesta también a través de esas bebidas que no se consiguen en cualquier lugar, pero sí en la Carrera séptima.

Hay quienes comparan a esta avenida con una pasarela, pues es un corredor vial extenso por el cual pasa cada quien mostrando sus virtudes, sus cualidades, buscando la manera de cautivar a los públicos más difíciles. Especialmente los fines de semana, la Séptima se llena de ingenio. En una cuadra, hay un bailarín imitando a Michael Jackson, más adelante alguien canta un bolero, y llegando a la calle 20 hay un dibujante que hace caricaturas en cinco minutos. El arte está en todas partes: en el suelo, en las paredes, en las pancartas y en los rostros de las personas que deciden usarla para ganar dinero, o simplemente para transmitir sus ideas. Así también, un hombre todo cubierto de color plateado se queda inmóvil como estatua, a algunos metros del Bolívar de Tenerani, hasta que alguien le da una moneda e inicia su show.

El mejor ejemplo de la palabra collage se encuentra entre los andenes de la Carrera Séptima, con esos diversos sonidos, olores e imágenes que parecen adheridos sin un orden específico en el mismo lienzo. De manera imprevista, combina todos esos elementos que no imaginas ver juntos, pero que allí se separan por tan sólo una cuadra, un edificio o una simple banca. Ves a la gente conversando, cantando, peleando o reflexionando. Los escuchas reír, llorar o gritar, y se te saturan los sentidos con varios estímulos a la vez, mientras intentas concentrarte en uno solo, pero tratas de disfrutarlos todos. No es sólo una calle atiborrada de gente, sino también la oportunidad de ver a la capital en sus facetas, sin tener que salirte de la misma calle.

Este corredor peatonal del centro de Bogotá ha visto pasar algunos de los momentos más importantes de la historia de la capital. El lugar en donde nace la calle fue donde se fundó la ciudad. Esta carrera vio nacer los primeros conventos e iglesias. Presenció cómo se desataron las primeras peleas de la independencia de Colombia y los instantes más violentos del Bogotazo. Se construyeron en ella los primeros edificios y cerca de ella se establecieron los principales museos. En su periferia, se han ubicado empresas de gran cobertura y algunas de las universidades más importantes. Los campesinos caminan por la Séptima para llegar a la plaza y vender sus productos; los manifestantes la recorren para unirse a las concentraciones y luchar por sus ideales; los fanáticos del arte la transitan para asistir a eventos.

La Carrera Séptima perfectamente podría consolidarse como una “Bogotá en miniatura”. Tiene personas de diferentes nacionalidades, estratos sociales, culturas, costumbres, edades y estilos de vida. Cuenta con tiendas de marcas reconocidas y emprendimientos locales, instituciones gubernamentales, oficinas, centros educativos, edificios abandonados y hasta espacios artísticos. Centros comerciales antiguos y nuevos; productos económicos y costosos; pisos destartalados y corredores más elegantes; la historia del ayer pero también la del hoy. De todos los destinos turísticos de Bogotá, este es uno de los más atractivos y visitados, y aún con otro nombre sigue mereciendo el título de “Calle Real”.

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