Choachí: un tesoro escondido entre las montañas

Conoce por qué debes visitar uno de los mejores 32 pueblos de todo el mundo, ubicado a solo 32 kilómetros de la capital. Explora este relato turístico y descubre los tesoros escondidos de este paraíso.

Me encontraba un viernes como cualquier otro en mi apartamento pensando qué hacer el fin de semana que estaba por venir, estaba decidido en hacer un plan totalmente distinto a los que regularmente solía hacer; no quería ir a fiestas, ir a algún centro comercial o estar en mi casa sin hacer nada.

Las ganas de alejarme del ruido, respirar aire puro y estar en un lugar distinto se apoderaron de mi. Aquella tarde inicié mi pequeña investigación en Google, donde escribí lo siguiente “pueblos recomendados para visitar fuera de Bogotá”, el top de cinco más popular de la búsqueda fue: Choachí ,Sibaté, Villeta, Anapoima y Sopó.

Me llamó la atención un dato que tenía esta página sobre uno de estos pueblos, el cual decía que una organización de turismo internacional había seleccionado a Choachí entre los mejores 32 pueblos del mundo para visitar, claramente este dato fue clave para elegir fácilmente mi destino.

Al día siguiente, alrededor de las 6 a.m sonó la alarma y en cuestión de minutos estuve listo para emprender mi viaje, debía dirigirme al terminal de buses ubicado en el centro de la ciudad. Mientras entraba a este lugar hubo un detalle que llamó mi atención, había muchas personas dirigiéndose a este lugar, incluso extranjeros.

Luego de unos minutos de espera llegó el momento de subirme al bus, sentía un poco de nervios debido a que estaba viajando a un lugar totalmente desconocido. Para salir de la ciudad se debía tomar una vía hacia el oriente de Cundinamarca, el tiempo de viaje era de aproximadamente una hora.

La mañana soleada que me acompañaba al inicio de aquel día empezó a cambiar de un momento a otro, tanto así que empezó a llover demasiado mientras iba pasando por el páramo de Cruz Verde. Un poco más adelante pude observar a algunas personas bajarse del bus en una vereda llamada La Victoria, debido a que en este lugar se encontraba una de las cascadas más altas de Latinoamérica, más conocida como La Chorrera, un lugar más que aporta significativamente al turismo de este municipio.

Luego de haber transcurrido un poco más de veinte minutos pasamos por el puente de Guadalupe y a partir de allí sucedió algo especial, de un momento a otro volvió a salir la chispa de sol. Este cambio de atmósfera fue maravilloso y sirvió para ver de mejor forma el majestuoso paisaje.  Además, hubo otro detalle que a primera vista me sorprendió y fue que este pueblo estaba escondido en medio de las montañas.

Mientras iba entrando a Choachí, el conductor del bus nos avisó que era momento de bajarnos y nos dejó en un lugar popularmente conocido como “cuatro esquinas”. Las primeras dos cosas que pude notar pisando tierras Chiguanas fueron el aire fresco y el sonido de la naturaleza que empezaba a generar un ambiente de paz en mis oídos.

Había investigado previamente cuáles eran los lugares más visitados por los turistas, decidí no perder ni un minuto e inicié el recorrido por estos sitios cuanto antes. El primer lugar por visitar era el parque principal, ubicado en el centro del municipio, mientras me dirigía a este sitio pude apreciar la arquitectura colonial que estaba acompañada de pinturas en algunas de sus fachadas en representación de la cultura ancestral que tanto caracteriza al lugar.

A medida que continuaba avanzando tuve que pasar por una calle enfocada en los amasijos más populares como la arepa de maíz pelado, la almojábana y el pan de sagú, esta calle es motivo suficiente para que algunos turistas visiten el pueblo para deleitar sus paladares. Un poco más adelante había llegado al popular parque principal, donde vi gran flujo de personas realizando diferentes actividades tales como asistir a las eucaristías en la iglesia San Miguel, tomar un café chiguano u observar el show de fuentes de agua. 

Además, otra actividad que se estaba realizando al lado del parque era una feria artesanal donde pude notar diferentes productos de la región, como bolsos de cáñamo, manillas y estatuillas. Esta feria se realiza los fines de semana, según lo que me comentó un vendedor de la misma. 

Mientras iba observando en detalle dichas actividades tomaba algunas fotografías, la tarde se estaba terminando, pero aún así quise ir a un último lugar llamado El Alto de La Virgen. Este lugar quedaba en uno de los extremos del pueblo, lo que llamaba la atención era que había una terraza que permitía apreciar una espectacular vista de las zonas rurales, e incluso, ver a lo lejos otro municipio llamado Fómeque.

Finalmente, llegó el momento de volver a la capital, era ya un poco tarde. Mientras me dirigía por una de las calles hacia el terminal de buses pude comprar algunas artesanías de recuerdo. Aunque me faltaron bastantes lugares por conocer cómo Los Termales de Santa Mónica o la cascada El Chiflón, entre otros lugares, fue una experiencia que recomendaría a ojo cerrado, es uno de los pocos lugares que me ha brindado paz y armonía desde el primer momento en que lo pisé; espero en otra oportunidad terminar de conocer este paraíso oculto entre las montañas.

Por : Anderson Velásquez Torres

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