Por: Karen Fuquen – Karen Hernández – Laura Cifuentes – Jesica Tolosa – Nubia Arbeláez
En la película “Los amigos de Jesús: Judas”, este último piensa que va a solucionar
sus problemas y causar un maravilloso milagro cuando entrega al Mesías a las
autoridades, pero se enfrenta a la cruda realidad de que sus acciones sólo van a
desencadenar una secuencia de sufrimientos y penas que no logra medir, y la
muerte va a ser su única salida. Una leyenda popular lleva a suponer que muchas
personas recorrieron este mismo camino antes de ir al Palo del Ahorcado y tomar la
decisión de acabar con sus vidas, aunque la creencia de otros es que se trata de un
lugar sagrado para la iglesia católica, o también un símbolo de supervivencia, razón
por la cual algunas personas le llaman el Árbol de la Vida.
Desde la década de los 80 los habitantes de Ciudad Bolívar realizan el recorrido del
Viacrucis desde barrios cercanos a Candelaria La Nueva hasta el suroccidente de la
localidad, donde sobresale en la montaña ese solitario eucalipto acompañado por
una cruz. Nuestro recorrido inició en el barrio Lucero Alto, un sector bastante
concurrido y atestado de comerciantes y de bullicio. La primera parte del trayecto se
realiza en vehículo para llegar a la colina, transitando esas empinadas calles que
dan la sensación de que la ciudad no se acabará en ningún punto. Donde finaliza
una avenida comienza otra, y van apareciendo construcciones cada vez más
variadas y a más metros de altura.
En el camino de ascenso hacia el barrio Jerusalén se hace evidente la brecha social
que diferencia a los barrios, aunque lo único que los separa son las estrechas y
curvilíneas calles por donde andan los vehículos. De repente, ya no están las
cuadras atestadas de vendedores ambulantes, y las pintorescas viviendas de los
sectores anteriores son sustituidas por casas en las que se destacan los techos de
lata y los ladrillos a la vista. Las edificaciones se ven artesanales y aún así
demuestran un buen trabajo en temas de organización y estructura, así como las
calles que se deslizan entre ellas.
Al bajarnos del bus nos encontramos con Don Héctor, quien nos recibe con
amabilidad y cordialidad, cualidades que caracterizan a los habitantes del sector. Él
ha vivido durante más de 30 años en el barrio y conoce a profundidad la historia del
mismo, de la cual se siente muy orgulloso. Eso sí, si bien no llega el ruido de la
gente, hace presencia el ruido de los perros, que andan por la calle como dueños de
ella y ladran con toda naturalidad. Y todo esto se complementa con el verde que se
apodera de los espacios vacíos y la bella panorámica del vecindario haciendo
contraste con las montañas.
A partir de ese punto, el recorrido debe hacerse a pie y sobre vías de tierra, primero
pasando entre las casas del barrio y luego saliendo a una pequeña y desierta colina.
Durante la caminata, Don Héctor saluda a la mayoría de personas con las que se
cruza mientras nos empieza a hablar sobre cómo Jerusalén inició siendo una
hacienda, y conforme se fueron vendiendo pequeñas partes de ese terreno, se fue
armando una colectividad.
-A partir del año 84, por el desplazamiento en Colombia a causa de la guerra,
comenzó a llegar gente de Medellín, de Florencia, del sur de Tolima, de Boyacá, e
incluso de Norte de Santander. Y aquí hay colonias con gente de todos esos
departamentos, que armaron sus propias manzanas y que fueron creando en torno
a eso su comunidad – cuenta Don Héctor.
También menciona cómo ha ido cambiando el estilo de vida de las personas
considerando las modificaciones en aspectos como la educación y el acceso a
servicios públicos. Así mismo, por medio de la religión y de la tradición oral,
empezaron a establecer sus propias costumbres y a crearle una historia única al
barrio. De esta manera, los habitantes llegaron a darle una nueva vida a ese
majestuoso árbol de eucalipto que se eleva en la loma, como si estuviera más cerca
del cielo de lo que en realidad está.
Una de las estructuras más relevantes del barrio es su iglesia. La parroquia San
José María Escriva de Balaguer, dirigida actualmente por un sacerdote recién
llegado a la localidad, ha sido remodelada recientemente y transmite hospitalidad.
Es allí exactamente donde nos encontramos de frente con los mitos y leyendas del
Palo del Ahorcado, los cuales fortalecen el folclore de la comunidad y hacen que la
historia vaya tomando todo tipo de matices.
-Que a mí me conste, ahí había un muchacho y estaba ahorcado -dice Doña
Rosalba mientras presta atención a la ceremonia que se celebra dentro del templo-
Pero cuando eso pasó, ya estaba la historia del Palo del ahorcado.
Y pues eso fue hace como unos diez años, cuando nos dimos cuenta de que había una persona
allá colgada.
Don Héctor confirma la historia de su vecina: el único caso de suicidio del que él
puede dar fe es el de Agustín, un joven que se quitó la vida por cuestiones
amorosas, aunque recuerda que fue mucho tiempo después. Sin embargo, lo que
Don Roberto tiene para contar muestra la otra cara de la historia: las creencias
populares más allá de las experiencias personales. Según él, ha escuchado de 35
casos de suicidas en el Palo a lo largo de su vida, y que en los 200 años que el
árbol lleva ahí, las víctimas han sido más de 1000. También se comenta que se
oyen voces a la medianoche, las cuales pronuncian nombres en son de lamento, y
las relacionan con las almas en pena de los muertos que buscan la paz.
Don Héctor y Doña Rosalba coinciden en que la leyenda de los numerosos suicidios en el árbol
no es más que eso, una leyenda que conserva en ella muy poca verdad.
Las narraciones van variando dependiendo de quien las cuenta. También relatan
que en 1938 empezó la leyenda con la llegada de los primeros pobladores a Ciudad
Bolívar, a partir de la historia de Ernestina. Fue una mujer que interfirió en el
matrimonio de una amiga y se fue a vivir con el esposo de ella, por lo cual fue
excomulgada de la iglesia, y luego de ver que su pareja salió y apareció muerta se
suicidó en el eucalipto. Se rumora que cuando la gente tenía problemas como
deudas o desengaños amorosos, se iban a ahorcar allá. A pesar de esto, el Palo del
Ahorcado se ha convertido en un importante símbolo religioso, por ser un sitio al que
las personas acuden para orar o meditar, o para concluir los ritos del camino de
Jesús hacia el Calvario en Semana Santa, y también ha figurado como un espacio
propicio para el entretenimiento y la recreación, aunque estas actividades han
dejado de darse desde que el terreno fue privatizado. Las vistas y la amplitud del
espacio se prestaban para realizar reuniones familiares y compartir un buen
almuerzo, e incluso parecía un sitio acogedor para una salida en pareja.
La inclinación de la superficie en el que se encuentra Jerusalén llega a dificultar
bastante la caminata, y más aún si el clima interviene con su potencia, pero estos
detalles pierden importancia cuando el Palo del Ahorcado se asoma sobre la colina.
Si bien no es el elemento más llamativo del paisaje, es una figura que impone y
contrasta bien con la cruz blanca que está clavada a su lado. Una reja le pone un
límite al terreno en el cual está el árbol, y Don Héctor nos comenta que lo que
tenemos al frente es propiedad desde hace algunos años de la familia Forero
Feticua, quienes instalaron la reja con el propósito de proteger el lugar y de evitar
que entren vehículos particulares, aunque el paso peatonal sigue siendo posible.
Otro de los cambios significativos que tuvo el Palo del Ahorcado estuvo relacionado
con algunas actividades de minería ilegal en la década pasada, las cuales tuvieron
un impacto negativo en términos de ambiente y salud, y causaron que los vecinos
reaccionaran para evitar que el deterioro continuara y más específicamente que no
dañaran este importante madero, haciendo marchas pacíficas y llamando la
atención de los medios para visibilizar la problemática.
Adicionalmente, hace unos años ocurrió un accidente con una volqueta que perdió el control,
en el cual falleció una mujer y resultó herido un menor de edad, por lo cual se iniciaron labores
formales para terminar con esas excavaciones y se logró el objetivo: de estos
hechos también nacen nombres como “Árbol de la Vida”, “Palo de la Vida” y “Palo
de la Paz”.
Finalmente terminamos justo al lado del Palo del Ahorcado. Algunas personas se
enfocan en los paisajes que los rodean, mientras que otras no logran dejar a un lado
la sensación de que hay una presencia extraña que los acompaña al estar en ese
lugar: Incluso tienen la percepción de que el aire empieza a pesar de más, y algunos
experimentan un ardor en el pecho, mas no se descarta la teoría de que se están
dejando llevar por las leyendas y por los propios pensamientos. Aunque los
comentarios sueltos empiezan a volar a nuestro alrededor, cada uno anda abstraído
analizando cada detalle del árbol y del panorama, cuyos colores se acentúan
gracias al sol brillante del medio día. Llaman la atención los versículos de la biblia
que están colgados en la madera como si fueran tatuajes, y Don Héctor menciona
que estas frases tienen, entre otros fines, el objetivo de que las almas de los
fallecidos descansen en paz.
Al observar el espacio en perspectiva, se vuelve evidente un importante contraste
que se presenta. Por la parte delantera del árbol destacan la naturaleza y la simetría
de las viviendas aledañas, pero por la parte trasera se extiende un terreno seco y
desierto con pequeños montones de escombros. La aridez de la zona es, en gran
parte, consecuencia de la minería ilegal que se practicó ahí, y esa colina es el sitio
desde el que se ve más claramente cómo se remarcan en un costado la vida y en el
otro la aparente muerte. Con o sin veracidad en las leyendas, el Palo del Ahorcado
es un espacio sorprendente, cargado de un misticismo que se puede sentir y
ubicado en medio de elementos que conforman un paisaje único.
Hace unos años, ese lugar fue declarado patrimonio cultural del sector por el
Ministerio de Cultura. Más allá de los mitos populares, se nota la importancia que
tiene el lugar para los habitantes de la zona, y representa la evolución de una
historia, la historia del barrio que acompañó a varias generaciones. Don Héctor,
junto con algunos comités locales, han peleado durante años para que ya no sea
símbolo de muerte sino de vida, y tantas narraciones que se escuchan sobre el Palo
cobran un nuevo sentido cuando el profesor y conferencista sintetiza de manera
perfecta y en pocas frases lo que ese árbol es en la actualidad: “Nosotros lo
consideramos como un símbolo a la resistencia, porque a pesar de todo lo que le
han hecho, no lo han podido tumbar. Le han hecho de todo: le han dañado las
raíces, lo han quemado… E incluso ahora está más frondoso”
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