La mesa y nuestra identidad

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Seguramente, uno de los primeros recuerdos que se nos viene a la cabeza, en torno a la mesa, es una preparación de nuestras abuelas o nuestras madres. Los tiempos han venido cambiando y, tal vez, algunos piensen en algo que sus papás han hecho. Pero, desde hace mucho tiempo, la cocina se ha pensado como una actividad de las amas de casa y, de costumbre, de identidad materna.

En las manos de estas personas que nos han cocinado están los sabores, olores y calor de nuestras casas, manos que nos cobijan en nuestros mejores y peores momentos, manos que transmiten calor, ese calor que, a fuego lento, han sido testigos de preparaciones como  ajiaco, frijoles, lentejas, arroz… 

Además, la cocina tradicional tiene olores que nos transportan a momentos, por ejemplo, qué recuerdo te trae pensar en un guiso criollo, con ajo, cebolla larga, tomate, color, laurel y tomillo… O el olor a una arepa o mazorca asada a las brasas… O esa aguapanela que te curó del frío. La cocina es mágica, pues tiene el poder de transportarnos en el tiempo, de congelar momentos, de unir familias, amigos y parejas, de recuperar corazones y sanar heridas.

No obstante, ¿qué tan familiarizados estamos con nuestros productos típicos? De un tiempo para acá la cocina se ha venido internacionalizando y hemos perdido nuestras raíces, las hemos dejado de lado y la mayor parte del tiempo estamos comiendo productos ajenos a nuestra cultura. El sushi, la hamburguesa, la pizza, el pollo frito, entre otras preparaciones, han reemplazado nuestra identidad.

Se ha convertido en una problemática, tanto que, por ejemplo, en las plazoletas de comida de los centros comerciales, encontramos más ofertas de comida extranjera que típica. Esto no pasa en otros lugares, en otras partes del mundo la comida típica sigue siendo típica, y se ha trabajado porque esa identidad se mantenga en el tiempo y se reservan espacios importantes para compartir a través de su comida.

La invitación, con esta temática, es redescubrir lo nuestro, darle mayor importancia a las plazas, a las cocina de nuestras casas, a probar y familiarizarse con lo nuestro. ¿Has probado un cocido boyacense? ¿Sabes a qué sabe el champús? ¿Además de la mamona, que otros platos típicos ofrece el llano? ¿Y en San Andrés, qué puedo comer?

La comida nos habla de nuestro territorio, y todo el tiempo repetimos que somos el país de los dos océanos, el país más biodiverso del mundo, pero eso, en la cocina, ¿cómo lo ves reflejado?

Aventúrate a conocer Colombia y probar su gastronomía, sin duda, sin salir de Bogotá, podrás tener un acercamiento muy grande a todo lo que hay por probar.

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