“Siento que, si me va mal, decepciono a todos. A veces me paralizo antes de siquiera intentarlo”, confiesa María José, estudiante de cuarto semestre de comunicación. Su testimonio no es el único en el ámbito formativo, pues miles de universitarios en Colombia y el mundo viven bajo una constante presión académica, en medio de una cultura que asocia el valor personal con los resultados académicos.
La universidad, concebida como un espacio para aprender, se transforma muchas veces en un campo de batalla emocional. Exámenes, entregas, expectativas familiares y la comparación con los logros ajenos generan un cóctel de ansiedad y temor al fracaso.
Un problema que crece en silencio
Según un estudio de la Asociación Colombiana de Universidades (ASCUN), el 62% de los estudiantes reporta haber experimentado síntomas de ansiedad o depresión relacionados con la presión académica en el último año. “El miedo al fracaso puede manifestarse como procrastinación, inseguridad o incluso abandono de estudios”, explica la psicóloga educativa Paula Salazar.
Para muchos, las calificaciones parecen determinar el valor personal; el entorno familiar puede agravar la situación al exigir excelencia constante. “Mis papás creen que si saco menos de 4.5 es porque no me esfuerzo”, es lo que en varias oportunidades se puede escuchar por los pasillos universitarios; este tipo de presión, sumada a la autoexigencia y las redes sociales que muestran solo éxitos, puede tener consecuencias devastadoras.

Romper el silencio, cambiar la perspectiva
Los especialistas recomiendan tomar medidas concretas:
- Hablar de lo que se siente con amigos, familiares o profesionales de la salud mental.
- Redefinir el concepto de fracaso: no es el fin, sino parte del proceso de crecimiento.
- Establecer metas realistas, celebrar los pequeños logros y evitar comparaciones constantes.
- Aplicar técnicas de gestión del tiempo y priorización de tareas.
«Es fundamental entender que uno no es su promedio académico. La vida va más allá de una nota», concluye Salazar.
Una cultura que también debe cambiar
Además del trabajo individual, se requiere una transformación institucional. Las universidades deben fortalecer sus programas de bienestar y generar entornos más humanos, ya que la salud mental no puede seguir siendo un tema secundario en la vida académica.
Por: Luisa Garzón


