Ser migrante: todo un proyecto

En el corazón de Colombia, en las coloridas calles de Bogotá, Angélica Vargas soñaba con un futuro lleno de oportunidades, quería viajar a Canadá donde tiene familia pero aquellos procesos largos donde se necesita una visa de estudiante o de turista no le permitieron llegar a tal destino.

En el corazón de Colombia, en las coloridas calles de Bogotá, Angélica Vargas soñaba con un futuro lleno de oportunidades, quería viajar a Canadá donde tiene familia pero aquellos procesos largos donde se necesita una visa de estudiante o de turista no le permitieron llegar a tal destino. Las oportunidades que buscaba no las encontraba ni en Sogamoso, donde terminó su carrera de Administración de Empresas, ni en la capital del país, y, honestamente, le parecía inaudito que una persona que estudió 5 años, con esfuerzo y dedicación terminará trabajando en otra cosa que no estuviera relacionada con su carrera y, lo más grave, que los sueldos fuesen muy bajos, algo para sobrevivir y no para vivir.

Sin embargo, la vida sí tenía esos planes para ella, y en medio de incertidumbre, lucha y la necesidad de buscar un mejor porvenir, Angélica tomó la decisión de migrar a La Valeta, capital de la República de Malta, uno de los Estados que forman parte de la Unión Europea.  Adicionalmente, es un país donde gracias a diversos factores no es tan complejo pasar por migración, porque hay más opciones para el ingreso, como una visa de estudio o temporal que permite poder entrar mucho más fácil y luego renovar ese permiso de manera sencilla. Aunque, siendo un país más pequeño, los controles de seguridad para migrantes son más estrictos.

Angélica se sintió atraída por Malta porque, como bien dice, ‘’es un punto en medio del Mediterráneo que muy pocas personas conocen’’. La mayoría piensa que es parte de Italia, sin embargo, siempre ha sido un país independiente que incluso tiene su propia lengua, el Maltés; una lengua que en los años 60 y 70, se adaptó al inglés debido a la colonización británica. 

Otras de las razones por las que se sintió atraída, además de que no le pedían visa para poder entrar, fueron el tamaño del país, que lo asemeja a algo parecido a la mitad de Bogotá y su clima, con temperaturas agradables durante todo el año a pesar de contar con las cuatro estaciones.

Llegó el día de irse, en su partida, las lágrimas brotaron de sus ojos mientras me abrazaba. Con una maleta llena de sueños y esperanzas, esa tarde nos despedimos en el Aeropuerto El Dorado, sabiendo que el camino hacia lo desconocido iba a ser difícil pero necesario.

El viaje fue largo, Angélica tuvo que irse por Estambul, la otra opción era viajar por Estados Unidos lo que resulta ser más económico, pero para ello necesitaba tener esa bendita visa y por más que hizo la gestión, no fue posible adquirirla, ni siquiera la de tránsito. En su conexión a Estambul conoció algunos puntos turísticos durante los dos días que tuvo que esperar allí, sin embargo, su determinación de llegar a Malta nunca flaqueó. Con cada paso que daba sabía que estaba más cerca de su destino final, recordaba el motivo por el que había tomado esta decisión: estudiar inglés, pagar el préstamo que había sacado para poder viajar y trabajar lo necesario para generar un buen ahorro en euros y, en algún momento, si la oportunidad se le da trabajar en cruceros, algo que dominando el inglés es más viable lograr. 

El 1 de mayo de 2022, Angélica finalmente llegó a su destino, se enfrentó a nuevos desafíos: el idioma, la adaptación cultural y la búsqueda de trabajo porque, aunque la escuela con la que viajó podría proporcionarle estadía, todo era dinero de más y eso era justamente lo que ella debía proteger para no agotar sus ahorros tan rápido. Con valentía y perseverancia, logró encontrar un empleo y establecerse en su nuevo hogar, un apartamento compartido con migrantes de otros países, no solo colombianos, sino también de India, Nepal y Turquía. 

Cuando terminó su curso de inglés, finalizó también su visa como estudiante, contó con la suerte de que su empleador y el país le dieran la oportunidad de postularse para sacar su permiso de trabajo, se hizo la idea de quedarse más tiempo en Malta que, como ella misma describe, ‘’es un lugar tranquilo y sin tanto caos’’. Además, la idea de volver a Colombia con deudas y sin un trabajo estable hicieron que tomara esa decisión. 

A pesar de la distancia, Angélica y yo continuamos en contacto. Mantuvo viva su cultura colombiana, compartiendo sus tradiciones con quienes la rodeaban y encontrando consuelo en sus sueños, el seguir en contacto con sus familiares y amigos, de cierta manera le daba también ese ánimo.  

Con el tiempo, se convirtió en un símbolo de resiliencia y esperanza para muchos otros migrantes que, como ella, buscaban una vida mejor lejos de casa. Aunque el camino fue difícil, Angélica demostró que con determinación y coraje, los sueños pueden convertirse en realidad, incluso en tierras desconocidas. ‘’Al llegar sabía que iba a ser duro, y en efecto lo fue, pero eso no me impidió continuar’’ comenta.  Su expectativa era estar dos o tres meses y ser bilingüe, no fue así.  Angélica tuvo que tener mucha paciencia en el proceso pues se terminaron los 6 meses que duraba el curso y aun así habían momentos en los que no le entendía a la gente y no podía lograr una buena comunicación. 

Malta es un país altamente multicultural, hay personas de todo el mundo con diferentes acentos, como el inglés hindú, el filipino, el francés, el inglés o el alemán, entre otros, lo que hace que se dificulte, en cierto modo, su comprensión. 

Trabajar de pie ha sido lo más duro, Angélica ha trabajado como auxiliar de hotel, en eventos como bodas y fiestas empresariales grandes, como empacadora, entre otros. Lo que más le frustró, además de los diferentes acentos a los que tuvo que acostumbrarse, fue la rudeza de la gente, siendo un país primermundista también tiene algunas cosas en las que mejorar, como el trato a los migrantes y su cultura. Pero, a pesar de eso, Angelica está en proceso de renovar su permiso de trabajo en este momento porque quiere continuar un año o más en Malta. Aunque reconoce que otro de los factores ha sido la comida, siendo ésta muy distinta a lo que ha estado acostumbrada a comer, pues la sazón es diferente, también ha luchado con noches de insomnio por la incertidumbre, cansancio mental pero está segura de que eso no es razón para desertar. 

La recomendación que ella hace a nuevos migrantes es que si realmente es su proyecto deben dedicarse ciento por ciento, es importante ahorrar dinero para poder emprender ese viaje, lo suficiente como para poder sobrevivir al menos los 3 primeros meses mientras consigue un trabajo o ingreso fijo. También, adaptarse de forma ágil a la cultura, al idioma en este caso, para poder presentar entrevistas y enfrentarse a los cambios.  

Angélica concluye que el reto más grande para un migrante es poder llegar el día del viaje y no arrepentirse a último momento, ya que a muchos les pasa, es muy duro llevar una maleta y no saber cuánto tiempo va a estar fuera de su país, o qué va a pasar al llegar, esa incertidumbre es lo que más pone a pensar. Además, más allá del reto de ser migrante es poder visualizar algo y cumplirlo.

La soledad también juega un factor importante porque, aunque está rodeada de nuevas personas y ‘’ángeles’’ como ella misma los llama, siempre hace falta su familia y amigos, aunque considera que en Malta ya tiene una segunda familia y que, después de dos años que lleva allí, ha logrado sentirse como en casa, y solo añoraría que su familia estuviera cerca para sentirse plena.  

Hoy, Angelica mira hacia atrás con gratitud y orgullo por el camino recorrido. A pesar de los desafíos y obstáculos, ha logrado construir una vida plena y satisfactoria en tierras extranjeras. Su historia es un testimonio de la determinación y el espíritu de superación que caracterizan a muchos migrantes colombianos que buscan un futuro mejor más allá de las fronteras colombianas.

Por: Karen Lizeth Pachón

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